En México, el desperdicio de alimentos alcanza a los 20.4 millones de toneladas anuales, eso quiere decir que es más del 37% de lo que se produce cada año en el país, advierte la Organización de las Naciones Unidades para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Mientras que 28 millones de habitantes en México pasan de hambre o no satisfacen sus necesidades alimentarias, según datos oficiales.

Sin embargo, más del 40% de los cultivos de tubérculos, frutas y verduras se pierden o desperdician, junto con el 35% del pescado, el 30% de los cereales y el 20% de las semillas oleaginosas, carne y productos lácteos. Según datos del Índice de Desperdicio de Alimentos en México, el alimento que más se desperdicia es la guayaba, con un 57.7% de pérdida, seguido de la leche de vaca con 57.1% y el mango con 54.5%.

Esta comida, sufre mermas a lo largo de toda la cadena alimentaria, desde la producción, el transporte, la distribución y la comercialización. Etapas en las que recibe el nombre de “pérdida”. El desperdicio como tal, se da en los hogares, hoteles y restaurantes, con los consumidores directos.

Con la información disponible podemos asegurar que la mayor parte de las pérdidas está desde la fase de comercialización hacia atrás, hacia la producción. La mayor parte de lo que se desperdicia en México, y esto ocurre típicamente en los países de nivel de medio desarrollo, no está en la fase final: en el consumo.

Afortunadamente el país tiene como principales aliados en la lucha contra el desperdicio de comida justamente a los bancos de alimentos, asociaciones sin fines de lucro que se encargan de recibir, seleccionar y entregar aquellos bienes en buen estado; quienes a su vez crean alianza con empresas industriales alimentarias, Centrales de Abasto y cadenas de supermercado que permiten recuperar el alimento. Ahora el reto que queda a los Bancos es llegar a las personas que menos acceso tienen a la alimentación básica en el país.